Nebulosa de le helice o "el ojo de dios", una pariedad que funciona como ejemplo.

Vamos a comenzar por una premisa sencilla: en mi vida no existe un dios. Una cavilación personal creada a partir de experiencias y más que dar una verdad definitiva, mis intenciones al escribir esto no son más que explicar el porqué de esta decisión, Comenzaré, de hecho, por algo más sencillo. Recientemente han chocado en mi dos ideas que solía tener en diferentes épocas de mi vida, el ateo y el religioso, antes de ahondar en el significado de esto para mí, debo llegar a una reflexión necesaria; sin ánimo de llegar en el señalamiento insultivo, hay algunas personas llamadas intelectuales que caen en una de las falacias más fáciles de todas al afirmar que al ser religioso no se puede ser científico (o divulgador), alegando que la fe y la razón no van de la mano. Muchos de los defensores de esta postura son ateos, y me parece importante desmentir esto ya que, como dice el militante ateo Richard Dawkins, hay o hubieron personas en el CERN que llevan clériman, muchos de los nobel grandes de la ciencia han profesado alguna religión o algunos de los grandes avances a nivel biológico como lo es la afamada teoría de la evolución (la cual yo considero un hecho), vinieron de mentes donde por lo menos convivían la fe y la razón y, negar esta verdad me parece un ataque a la intelectualidad en si misma y en principio, quien considere esta premisa como un hecho, sus creencias por muy ateas que se digan ser, no se alejan mucho del precepto religioso. En síntesis, decir: "un religioso/creyente no puede ser científico o divulgador científico", no es diferente de decir: "no hay ateos en las trincheras", un modus ponendo tollens en toda regla.

Y es que este texto va de es y un poco más, tal vez mucho más...

Comencemos por un punto de partida sencillo: yo. Nací en una familia bastante sencilla y corta de recursos, en un barrio de violencia y pobreza generalizada. Rodeado de mujeres, la matriarca mayor, mi abuela, tuvo y crío poco más de veinte hijos, la mayoría mujeres en un hogar sostenido por los ingresos de un hombre qué, a pesar del mito que existe al rededor de él, le quedó grande el hogar si es que para él era tal cosa. Si mi abuela tiene casa es gracias a su hermano y a Jhon F. Kennedy, o por lo menos eso dice, hay historias en las que relata qué, cuando comenzaron a poner los ladrillos sobre un terreno baldío y desigual casi regalado a ellos, y a pesar de que mi abuelo era un maestro de obra de calidad sin igual, debido a los múltiples vicios del señor de la casa le costaba pegar el cemento de su propio y pequeño feudo y muchas veces era mi abuela quien sin saber nada de construcción, tenía que "echar la plancha" para que no les lloviera a sus hijos o pegar la obra negra de una habitación a medio hacer. Es que ella era campesina, es la excusa fácil, tuvo que terminar sus estudios en tercero de primaria para ayudarle a trabajar a su mamá, dormía en una cama de tablas y pajas y caminaba todos los días por lo menos cuarenta kilómetros. Así que de ella, casada a los 16, no podría esperarse mucho, solo que huyendo de los constantes acosos y maltratos de mi abuelo (muerto enfermo y postrado cuando yo tenía unos cuatro años de edad), se refugiase en la iglesia y la religión para intentar darle algún sentido a su vida, llego incluso a formar un grupo del cual yo hice parte en algún momento llamado: "la cofradía del sagrado corazón de Jesús", que al día de hoy lleva más de treinta años de servicio, a pesar de que a sus reuniones son atendidas por unas ocho ancianas de carácter ya decrepito, por ser contemplativo.
Recuerdo en unas de estas reuniones, teniendo yo unos cinco o seis años, estaba sentado en una salón de la iglesia donde en la mitad de un gran muro había una lujosa silla de mármol cuyo asiento estaba entapizado por terciopelo rojo y adornado por largos hilos dorados que pretendían emular el oro. También recuerdo que estar sentado allí daba una innegable sensación de poder y unas infinitas ganas de quedarse, y tal vez era el lugar más cómodo del lugar. Las mujeres que en ese entonces llegaban a las treinta en cantidad, hacían una pequeña algarabía previa al comienzo de la reunión, una bulla que se vio callada como señal de respeto ante la entrada del sacerdote de turno, le aplaudieron, entonces mi abuela, quien no había notado donde me encontraba sentado, corrió a bajarme de allí, el sacerdote la detuvo diciéndole: "Inecita, deje al niño ahí que el será el próximo sacerdote". Esta frase profetizó mi vida y por así decirlo, fue el primer dominó en caer.

Imaginen a un niño de primaria en el descanso de su colegio, católico, con una biblia bajo el brazo y con una chancla y una media en el pie derecho debido a una accidente en moto que había tenido meses atrás -el dato es importante solo para añadirle valentía al relato-, hablándole a sus amigos, niños de groserías, blasfemias y sandeces, del fin del mundo y del apocalipsis, ya que mi abuela creía que el inminente fin de todo vendría en el año 2000. Tres años pasaron en las que las labores católicas de mi abuela no distaban mucho de las de un testigo de jehová, ella quería salvar almas y salía con mi mamá -ella también la secundaba y no por las razones correctas- y con migo casa por casa, solo que al nosotros decir que eramos católicos nos abrían las puertas. Eso solo extendió el miedo a una época donde mucha gente se suicidó solo por temor a enfrentar el "fin" del milenio. Eso no fue lo peor, yo en parte podía con el rechazo y el "matoneo" que eso me generaba -la palabra no existía en la época-, pero con algo con lo que si no pude fue con el único fin que llegó con la entrada del nuevo milenio; el de mis juguetes. Mi abuela, entre sus muchas ignorantes premisas decía que los juguetes, regalados por mis tías, mi madre y por el novio de ella, se levantarían luego de los tres días de oscuridad como demonios danzantes e intentarían matarnos, o llevarnos al infierno, entonces mi madre por miedo a esto se los vendió a un drogadicto quien se habrá hecho una fiesta alucinógena con la venta de mi infancia. Esto para un niño de nueve años solo es una tragedia, el problema no vino sino hasta el primero de enero del año 2000, cuando el miedo que recorría mis venas comenzó a diluirse y, a pesar de que en los venideros años mi abuela siguió esperando el sonido de las trompetas del apocalipsis, yo solo me llenaba de ira.

La adolescencia significa un cambio, mamá siempre me lo decía, yo comencé a oír música falsamente considerada satánica por sus ritmos y sus acordes, o bueno, le dije a ella que la escuchaba al menos desde los diez años a escondidas y gracias a mis primos. También, a pesar de que en los primeros años de adolescencia seguía yendo a misa, no sentía a dios allí. Aquí es importante parar, no lo hacía por rebeldía, como la mayoría de jóvenes, solo que ese sentimiento de fe que me acompaño por años no era igual, no sentía que necesitaba confesarle al padre cada ocho días que me masturbaba, o que dios me iba a castigar por decir palabras, ya de niño me había martirizado mucho usando la oración como un castigo a cada cosa que creía estaba mal hecha -y eran cosas cuanto menos ridículas y estúpidas-; no, sentía que si Dios existía era más que eso, que la religión no tenía la verdad sobre él, que era más grande y omnipotente de lo que incluso lo hacían ver, que era un dios de amor. Con el fin del bachillerato recuerdo enfrentar a mi mamá al decirle que no creía en la iglesia católica pero que dios seguía existiendo en mí, que de hecho era más grande pero que la religión solo había significado para mi un rechazo de sus verdaderos ideales con la humanidad, ella a pesar de nunca entenderme bien en casi absolutamente nada, respetó mi decisión.

Comenzaron épocas difíciles, quien entonces era mi padrastro y el nacimiento de mi hermana, también la creciente pobreza que llevó a mi mas primordial núcleo familiar casi hasta la peor de las catástrofes, no ayudaron mucho a facilitar las cosas. Siempre que sucesos muy malos o muy buenos pasan en mi vida, el único refugio que encuentro en en mi mismo, pienso demasiado, más de lo que actúo, mi mente es mi mayor refugio y a la vez el peor de los campos de concentración, allí hay días en los que el odio propio se hace más fuerte que el amor que me tengo, y aunque hoy por hoy esto ha cambiado un mucho, mi forma de recibir los cambios siempre es el auto refugio, y no creo que esto sea un error, solo que de vez en cuando si es bueno escuchar y menos pensar. Pero en esos días duros, en mi mente se hacían fuertes unas cosas y se debilitaban otras, como dios, quien se volvió efímero y poco importante, pero en lugar de acoger la posición que tengo ahora, acogí otra religión: el ateísmo. Mi instancia en esta postura de pensamiento fue larga, creía en la ciencia como institución única de la verdad y con leer un par de libros suponía que mi "intelectualidad" ganada me había dado el derecho a desprestigiar otras realidades o puntos de vista, es más, cambié las misas de los domingos por reuniones de pseudo-intelectuales ateos -y tardé dos meses en aburrirme-. Hay un capítulo del libro de Richard Dawkins, El espejismo de Dios, donde el dice que los ateos son gatos maullando en el vecindario, que deberían tener más vos, lo preocupante de esta afirmación es que en el ateísmo militante no vi sabiduría, bondad o humanismo que muchos de sus seguidores dicen tener, solo vi otra religión que puede convertirse en otra excusa para odiar, como todas las demás, una más en el saco, e incluso una posible cruzada 2.0, bueno, una acruzada.

Religión y fe, dos términos tan diferentes como se pueda llegar a pensar. La primera esta cimentada en el odio, el temor, la ignorancia, el desazón y la desunión; la segunda es una postura filosófica e incluso antropológica inherente a la razón, sea a gran o a menor escala la fe es una esperanza que invita a pensar en los significados y no en las incoherencias, una fe que sobrevive en cada incógnita a la que escala la ciencia, a la realidad que nos acoge, y es que no podemos negar que a pesar de existir en un universo enorme y misterioso, donde segundo tras segundo sus movimientos traen consigo la energía del inicio del todo, amemos más a los seres humanos que a estrellas o cuasares, que nuestra realidad esté mas compuesta del día a día que de preguntarnos si la bolsa va a cambiar por que un agujero oscura consuma materia de una estrella en el sistema solar más cercano. Nuestra realidad lo compone lo cotidiano y a pesar de que muchas personas crean que pensar en la existencia en una escala universal reste sentido a el hecho puro de ser, yo, a pesar de no tener un dios, solo veo profunda belleza en la danza del universo y me siento orgulloso de tener en mis venas átomos de antiguos soles y nebulosas, de átomos tan antiguos como el mismísimo todo. Y muchas personas ven allí a dios, ese Dios, ¿y quien creemos ser para negarles esa dicha? De hecho, como alguien alguna ves me dijo, es una cuestión de pruebas tanto para el si como para el sin, y es que el mero hecho de creer que siempre hay algo más allá del big bang, del bosón de higgs, de la teoría de cuerdas, nos ha llevado a descubrir aún más cosas en el ámbito científico, yo considero esa verdad como inalcanzable pero al día de hoy soy agnóstico a su mirada. Si bien dios exista por el mero hecho de pensar en él y en su concepto, soy lejano a su ser y vivo mi vida tranquila de esta manera, pero me parece de necios no solo atacar a las personas tanto por creer como por no hacerlo y sumamente irresponsable señalar con el dedo del odio y desprestigiar a un ser humano tanto por adoptar una postura como la otra, ya que ser humanos es lo único que nos queda.

Mi vida se rige por una moral darwiniana, mi instinto de vivir es tan sensato como el de una cucaracha o un árbol, ya existo y aprovecho esta tan efímera probabilidad para vivir mi vida lo mejor que pueda ya que solo tengo una, no creo ni tengo fe en nada que no pueda comprobar con mis sentidos naturales a pesar de creer fervientemente de que algunas personas ven a dios con estos mismos sentidos, pienso también que estuve muerto por miles de millones y aunque le temo a la muerte más que a nada, creo que no hay nada más allá y de haberlo ya será ganancia, pero no pienso en ello. Respeto y anhelo prosperidad para la humanidad aunque no tengo ni la más mínima fe en la sociedad actual y espero que mis acciones ayuden o transformen por lo menos a una persona luego de mi muerte, entonces esa mera persona le habrá dado razón a mi pasar por esta realidad.

Ahora vivo reconciliado con el concepto de dios, porque mientras fui religioso recuerdo temer a su inexistencia y siendo ateo temía a su existencia, ahora solo respiro y agradezco por el aire bien sea a la teoría del caos y al dios que me responda en su cosmogónico silencio. Habrán personas quienes tercamente o incluso certeramente contradigan mis palabras y eso está bien, quien mientras lea esto alegue y me pelee entonces este texto ya tendrá su propia razón de existir, solo pretendo que quien reciba esto no tenga miedo a pensar de la forma en que lo hace y lo haga espero de manera correcta, que indague, busque, piense y no pierda su tiempo en alegatos sin sentido faltos de lógica ya que solo son trampas que hacen caer en peleas y no aportan ni apoyan un verdadero proceso de autodescubrimiento.

Esta es una reflexión personal de lo que es dios para mi y me despido no sin antes agradecer a mi jefe y socio, Jorge Cárdenas -cristiano, divulgador científico, ingeniero y curioso-, no sólo por devolver mi fe, si no por recordarme que existe.